La bacteria causante de la Salmonella inhibe la pérdida de apetito

Un estudio realizado en ratones mostró
que la bacteria ‘animaba’ al animal
a que se alimentara, lo que conllevó que el huésped
gozara de una buena salud y produjera más heces.
Caracas.- Investigadores del Instituto Salk de Estudios Biológicos en La Jolla (EEUU) enseñaron en un estudio cómo una bacteria causante de la salmonelosis –el bacilo ‘Salmonella typhimurium’– reduce su virulencia para inhibir la respuesta ‘inapetente’ del huésped, aumentando así la supervivencia de su anfitrión y, por ende, sus posibilidades de expansión a otros organismos dado que más comida supone ‘más heces’. O así sucede, cuando menos, en ratones.

De manera tradicional, cuando pensamos en una enfermedad infecciosa creemos que cuanto mayor sea la capacidad del patógeno para ocasionar la enfermedad, mayor será su potencial para poder ser transmitido a otros huéspedes. Sin embargo, hemos descubierto un patógeno que ha evolucionado para resultar menos nocivo para su anfitrión. Así, y empleando esta estrategia, al patógeno le resulta más fácil expandirse a otros huéspedes, explica Janelle Ayres, directora de la investigación.

El bacilo ‘S. typhimurium’, al igual que otras muchas especies bacterianas, se transmite a través de la ingesta de alimentos contaminados con la bacteria. Y en el caso de los animales, también a través del consumo de heces depositadas por sus congéneres infectados. Además, las heces también sirven como vía de escape del bacilo del huésped original para seguir propagando la infección. Pero si el animal no come, no hay heces que depositar. Por ello, el estudio tuvo por cometido evaluar cómo responde el patógeno en las situaciones en las que su anfitrión, dado su debilitamiento por la enfermedad, se abstiene de alimentarse, reseñó ABC.

"La respuesta del huésped constituye sólo la mitad de la ecuación en una enfermedad infecciosa. Nuestro objetivo era comprender cómo el comportamiento de la bacteria se ve igualmente afectado por la pérdida del apetito de su ‘anfitrión’", refiere Janelle Ayres.

La mayoría de estudios para analizar la conexión entre la bacteria de la salmonelosis y la pérdida de apetito se han realizado inyectando directamente el microbio en la circulación sanguínea de un modelo animal. Sin embargo, los autores del nuevo trabajo siguieron una ruta más natural: se la administraron a los ratones por vía oral, simulando lo que sucede cuando practican la coprofagia –esto es, la ingesta de excrementos.

Los resultados, tildados de ‘sorprendentes’ por los propios autores, mostraron que la bacteria ‘animaba’ al animal que se alimentara, lo que conllevó que el huésped gozara de una buena salud y produjera más heces. Un comportamiento totalmente razonable desde un punto de vista biológico –el invasor que mata a su anfitrión se arriesga, y mucho, a compartir su misma suerte–, pero poco explorado como mecanismo para extender una infección.

La enfermedad provoca en el organismo numerosas respuestas, caso de la inapetencia. Y estas respuestas están en gran parte mediadas por las citoquinas, esto es, las señales químicas que utilizan las células para comunicarse entre sí y que, en este caso, llegan hasta el hipotálamo –la región cerebral implicada, entre otras funciones, en controlar el apetito–. Sin embargo, ‘S. typhimurium’ produce una molécula llamada ‘SlrP’ que bloquea la activación de las citoquinas en el intestino, previniendo así que las señales lleguen al cerebro.

Los autores creen que otras muchas bacterias deben seguir una estrategia similar. Pero más que fijarse en las bacterias, hay que fijarse en la flora intestinal del huésped, humano o animal.

Resulta más interesante mirar a los componentes del microbioma, especialmente del microbioma humano. Y es que cuando una infección afecta al apetito del huésped, el microbioma se ve también potencialmente comprometido por la falta de nutrientes. Así, esperamos encontrar que el microbioma ha adquirido estrategias evolutivas para bloquear esta respuesta a la enfermedad, concluye Janelle Ayres.

De hecho, los autores confían en que sus hallazgos posibiliten que, en un futuro, algunas infecciones puedan ser tratadas con suplementos nutricionales en lugar de con antibióticos.