Isabel Iturria titular Ministra para la salud |
PRENSA SIBCI.-La titular del despacho sanitario confía en la inteligencia de la gente. “El pueblo se da cuenta de que justamente, quienes dicen que el Sistema Nacional de Salud está mal son aquellos que llevaron a los hospitales a la carraplana en la que estaban”, afirma
El Estado Mayor para la Salud se creó porque hay una crisis sanitaria en los hospitales?
—Lo primero que debemos decir es que nuestro Sistema Nacional de Salud no privilegia la atención hospitalaria, sino la atención primaria y la búsqueda de la calidad de vida dentro de las comunidades. Eso es un mandato constitucional. La Constitución venezolana es probablemente la que más detalles ofrece en el mundo acerca de cómo debe ser el sistema nacional de salud. Esa Constitución, que fue elaborada por constituyentes electos por el pueblo y que fue refrendada por ese mismo pueblo, coloca la salud como parte del derecho a la vida. En ella se prohíbe su privatización y se ordena el financiamiento público. Además, privilegia el primer nivel de atención, la búsqueda de la calidad de vida, incluso de la felicidad de las personas. Y el Gobierno Revolucionario ha hecho que esos mandatos constitucionales sean letra viva. El Estado venezolano ha hecho un esfuerzo enorme en ese nivel de la promoción de la salud y la calidad de vida. ¿Que nuestros hospitales tienen problemas? Por supuesto que los tienen, pero la forma adecuada de resolverlos es la que hemos asumido: comenzando por mejorar la atención primaria. En Venezuela empezamos con Barrio Adentro 1, luego seguimos con Barrio Adentro 2, es decir, Centros de Diagnóstico Integral, Centros de Alta Tecnología, Salas de Rehabilitación Integral y Ambulatorios Especializados. Lo último que se comenzó a abordar fue Barrio Adentro 3 y los hospitales públicos que, por supuesto, tienen enormes dificultades, pero también grandes logros. Aun en ese ámbito hospitalario, Venezuela tiene mucho que mostrar, pese a que, insisto, no es la orientación primordial del sistema nacional de salud. Por ejemplo, en el Hospital Cardiológico Infantil Latinoamericano Gilberto Rodríguez Ochoa se atiende a 600 pacientes anuales en hemodinamia pediátrica y cirugía cardiovascular pediátrica. En 1998 se atendían 141 al año. En estos 14 años, tenemos más de 15 mil intervenciones. Al paso que iba la Cuarta República, habría tardado más de cien años en llegar a este número. Y en este caso estamos hablando de medicina hospitalaria al 100%, con alto nivel de complejidad y especialización. Otra cifra: en el sistema público nacieron en el primer semestre de este año cien mil venezolanas y venezolanos. En ese mismo lapso se hicieron más de cien mil cirugías en los hospitales públicos. ¿Si nuestros hospitales y maternidades estuvieran colapsados, cómo hubieran podido atender cien mil partos y hacer cien mil operaciones?
—¿Entonces, para qué es el Estado Mayor?
—Es un mecanismo de articulación de todas las fuerzas del Estado para impulsar, de manera coordinada e integradora, el avance del Sistema Nacional de Salud. Estamos activando estrategias de solución para nuestras dificultades y, además, acentuando lo que hemos hecho bien. En ese Estado Mayor es importante la presencia del vicepresidente del Área Social, Héctor Rodríguez, y de otros ministros, incluyendo el de Ciencia y Tecnología, el presidente del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales y el director de Sanidad Militar. El vicepresidente Jorge Arreaza, siguiendo instrucciones del presidente Nicolás Maduro, generó dos micromisiones adicionales. La primera es la Micromisión Hospitalaria, que arrancó en 11 hospitales del país; la otra es la Micromisión para el Plan Especial de Cirugía Electiva.
—¿En qué consiste esta última micromisión?
—Es para atender a los pacientes que están esperando hace tiempo por cirugías electivas, esas que no tienen que hacerse de inmediato, pero que tampoco pueden esperar indefinidamente. Lo que ha ocurrido hasta ahora es que se han ido postergando porque las emergencias copan los tiempos de los hospitales. Entonces, la micromisión servirá para que, en un plazo de tres meses, se hagan ocho mil cirugías electivas entre los hospitales y algunos CDI y ambulatorios grandes, que tienen quirófanos. Se trata de aprovechar los turnos ociosos que tienen los quirófanos en las tardes y los fines de semana. Para eso, el Presidente aprobó 80 millones de bolívares.
—¿Y la Micromisión Hospitalaria?
—Esas son específicas de 11 hospitales en todo el país. Se trata de revisar cuatro aspectos. El primero es lo material, es decir, infraestructura, equipamiento y dotación de insumos. El segundo aspecto es el modo de atención que se emplea, los tiempos que pasan los pacientes en espera y los protocolos que se aplican. El tercer aspecto es la gestión del hospital, es decir, cómo se hacen las cosas internamente, la parte administrativa, los trabajadores, la organización, etcétera. El último aspecto es el acompañamiento del Poder Popular al trabajo que se haga en cada hospital.
—¿Cuál es la situación de Barrio Adentro? ¿Sigue siendo el gran bastión del Sistema Nacional de Salud o tiene algo de cierto lo que dicen algunos críticos: que perdió la fuerza que tuvo inicialmente?
—Ha tenido un crecimiento extraordinario, más de 900%. Cuando comenzamos ni siquiera existía el módulo, sino que el médico cubano trabajaba en la casa de algún vecino. En Caracas, al menos, eso ya no ocurre, ya hay módulos en todos los barrios. Por supuesto, ya tienen varios años y en algunos de ellos puede haber problemas de mantenimiento que deben resolverse. Naturalmente, cuando no existía Barrio Adentro, tampoco existían esos problemas. ¿Qué problema de impermeabilización podían tener los consultorios populares si no existían, compañero? Pero nuestros avances van más allá de la infraestructura, también hemos crecido en cuanto al personal: tenemos más de 10 mil médicos cubanos (en los distintos niveles de atención) y ahora hemos incorporado unos 4 mil médicos integrales comunitarios egresados de las primeras promociones. En total, en el Sistema Nacional de Salud hay 57 mil médicos contratados, y en el primer nivel de atención están ocupados unos 20 mil profesionales de la salud, incluyendo el personal de enfermería. Hay algunos consultorios cerrados y hay que reabrirlos, pero nuestras dificultades surgen porque el ritmo de multiplicación de los establecimientos de salud fue demasiado grande. Son el producto de un crecimiento enorme, a paso de Revolución. Yo dudo que en ningún otro país se haya producido un crecimiento semejante en infraestructura. Tampoco creo que en ningún otro país se haya aumentado tanto la cantidad de médicos graduados en tan poco tiempo. Desde el Compromiso de Sandino, en 2005, ya hemos graduado 14 mil, pero tenemos 20 mil más formándose en Medicina Integral Comunitaria y otros 22 mil en la carrera tradicional.
—¿Es cierto que ahora faltan especialistas?
—Sí, cómo no, y los vamos a formar. No nos vamos a sentar en una piedra a llorar, ¡no qué va! La Revolución va identificando los problemas, atacándolos y solucionándolos. Además, ese problema es del planeta entero. Por ejemplo, prácticamente en todos los países del mundo están buscando anestesiólogos. El capitalismo ha generado, además, una rapiña de profesionales: el de España se va para Inglaterra, el de Inglaterra se va para Alemania y todos andan buscando dónde pagan más. En el caso de Venezuela, esto es grave porque acá todos los médicos son formados por el Estado gratuitamente. Averigüemos cuánto cuesta formarse como médico en otros países; cuánto cuesta un posgrado en Medicina en otros países… En Venezuela, el Estado paga todo eso.
—En los medios opositores se pinta un panorama oscuro, en el que la salud está ahora peor que hace 20 años. ¿Qué cree usted que opina la gente común?
—Los avances no los ven quienes no quieren verlos, pero yo no creo que el pueblo sea tonto. Algunos creen que lo es, pero yo no. Estoy segura de que la gente se da cuenta de que justamente, quienes dicen que el Sistema Nacional de Salud está mal son aquellos que llevaron a los hospitales a la carraplana en la que estaban. Esos críticos son los mismos que entregaron, en 1998, un país cuya capital no tenía ni siquiera un servicio público de hemodinamia. Son los mismos que no previeron la formación de los médicos que el país necesitaba. Son los mismos que se han dedicado a denigrar, a insultar y a burlarse de los médicos cubanos y ahora hacen lo mismo con los médicos integrales comunitarios. A veces digo, como las abuelitas, que esos no lavan ni prestan la batea. Fíjate que critican y critican a los médicos integrales comunitarios, pero ni por el carrizo le dedican un par de horas a trabajar como docentes para enseñarles algo de lo que saben.
—En estos días se produjo un foco de conflicto en el Periférico de Coche, un hospital que fue intervenido, en el que estuvo presente el Presidente y al que se le asignaron recursos. ¿Por qué ocurre eso?
—Bueno, cuando el presidente de la República va a un hospital, todo el mundo va detrás de él buscando lo que está malo, nadie va buscando lo que está bien… Yo recuerdo al Hospital de Coche desde chiquita, como se dice. Los estudiantes fiebrúos de Medicina íbamos a “hacer guardias” que no nos tocaban todavía, aprovechando la amistad con alguno más avanzado. Allí agarré yo el primer punto de mi vida. Y puedo decir que en esa época (años 90) cada día que pasaba estaba más y más deteriorado. Llegó a estar en el abandono extremo. Hoy está repotenciado casi en su totalidad, salvo pequeñas áreas en las que se continúa trabajando. Está al servicio de la gente, allí se hace cirugía traumatológica y, en general, está mucho mejor.
—¿Entonces, por qué se producen allí, precisamente, esas protestas tan sospechosas desde el punto de vista político?
—Lo que salió en televisión fue un grupo pequeño de médicos residentes, yo creo que no llegaban a 10, unos de ese hospital y otros provenientes de otros lugares. Ellos han tomado como estrategia ir de hospital en hospital y tener mucha presencia en medios de comunicación. Se basan en un problema real que exista, dándole el énfasis que corresponde al activismo político que los mueve.
—Eso requiere diversas acciones, algunas de las cuales ya se están realizando. Uno de los pasos para cambiar la tendencia es que las personas tomen conciencia de que los seguros son, en muchos sentidos, una gran trampa. Primero que nada, se toman la libertad de no amparar ciertas enfermedades, por ejemplo, las preexistentes, es decir, las que la persona ya sufría al contratar la póliza. Luego, hay enfermedades discriminadas, como el VIH-Sida, que simplemente no las cubren. Y, finalmente, las aseguradoras no cubren nada después de cierto monto. Por eso, cuando la gente tiene una enfermedad grave, ¿quién termina atendiéndolas? No son las clínicas privadas, sino los hospitales del Estado venezolano. Cuando hay que hacer una diálisis o atender a un paciente que ya lleva varios días en cuidados intensivos, el caso migra al sector público para que lo atiendan esos establecimientos que ellos mismos (los empresarios de la salud) dicen que no funcionan. Los trabajadores y las trabajadoras caen en esa gran trampa cuando exigen que los recursos de un contrato colectivo se orienten a un sistema de póliza privada que solo da respuestas muy parciales, únicamente para algunas enfermedades y solo si son baraticas, porque si el costo es un poco mayor, ¡chupulún, se va para el hospital! Es un tremendo negocio: se ocupan de lo sencillo y lo barato, y si el costo es más alto, lo pingponean para el sector público, eso sí, diciendo que no sirve. Son cosas que tenemos que seguir mejorando, y tenemos que hacerlo también, por cierto, a velocidad de Revolución.
Como cometa con buen viento
Graduada magna cum laude en Medicina, especializada en Cardiología y Hemodinamia, profesora de Fisiopatología en la Universidad Central de Venezuela, Isabel Iturria (Caracas, 1966) tiene por costumbre llevar los datos en la mano para responder cualquier pregunta y aclarar cualquier duda. “Aquí pasamos de 5 mil 300 establecimientos de salud en 1998 a más de 13 mil en la actualidad”, expresa. “En Caracas, en 1998, había 96 ambulatorios, hoy tenemos 800”.
Siempre tiene cifras que dar. Cita el número de nacimientos en las maternidades y hospitales del Estado o la cantidad de operaciones realizadas durante el primer semestre del año y las compara con las estadísticas del pasado. Es una mente científica en ebullición.
Así, con sus datos en las manos, estaba la doctora Iturria cuando el Hospital Cardiológico Infantil Latinoamericano recibió al Comandante Hugo Chávez para una edición de Aló Presidente, hace varios años. Estaba lista para cualquier pregunta, al menos eso creía ella… porque el líder revolucionario tenía la capacidad para sorprender con las interrogantes. Luego de ver un hermoso mural en el patio central, cuyo motivo son las cometas, se dirigió a la directora del hospital y le preguntó públicamente, con esa frescura tan suya: “Isabel, ¿desde cuándo no vuelas papagayo?”. La verdad es que no se acordaba.
En el Cardiológico Infantil, enclavado en Juan Pablo II, cerca de la Universidad Católica Andrés Bello, la ministra de Salud se desplaza como volantín con buen viento. Todas y todos la saludan con afecto y ella retribuye con el calor humano que todos le reconocen al epónimo del hospital y antecesor de Iturria en el despacho sanitario, Gilberto Rodríguez Ochoa. Aunque va casi corriendo (porque la esperan en una reunión sobre las micromisiones), tiene unos segundos para felicitar a varios trabajadores que acababan de donar sangre. “¡Qué maravilla de personal tenemos!”, exclama.
Las preguntas que no quiere responder se refieren a una faceta de su vida muy distante de la Cardiología, salvo por aquello del corazón: la literatura. Resulta ser que, no conforme con haber egresado con honores en Medicina, la joven Iturria estudió paralelamente Letras y si no se graduó fue porque no pudo terminar la tesis. Luego de mucho repreguntar, cuenta que el inconcluso trabajo de grado era sobre “la ironía, enfocada en torno a los bestiarios medievales”. Al parecer, su tutor iba a ser el profesor Vladimir Acosta… ¿Intensa la doctora, no?
“Nos chismearon que escribe usted poesía –le soltamos allí, en el patio de las cometas, a ver si la sorprendíamos, igual que el Comandante–… ¿No le gustaría darnos un poema para publicarlo?”. Muy sonreída, pero completamente en serio (así es ella), contesta: “¡Nooo, nooo!”. Bueno, se hizo el intento.
Cosas hechas, cosas por hacer
Logrado. El Sistema Nacional de Salud de Venezuela implica accesibilidad sin restricciones. No tenemos que andar con una tarjeta del Seguro Social o una póliza de seguros para que nos den entrada a un hospital público, un Centro de Diagnóstico Integral o una Sala de Rehabilitación Integral.
Pendiente. Tenemos que resolver la terrible deformación de la salud como negocio. Con las aseguradoras privadas ocurre muchas veces que, por ejemplo, llega un paciente con un infarto y la clínica no le administra de inmediato la trombólisis porque no le han dado la clave. Y en el caso del infarto, cada segundo que pasa es clave para la recuperación o el agravamiento del paciente.
Logrado. Tenemos al médico trabajando no solo para evitar la enfermedad específica de una persona, sino en el bienestar de todos, en el saneamiento ambiental, en la atención a la abuelita que está sola, o al adolescente que está cayendo en problemas de drogas. Pasamos del esquema curativista, enfocado en un paciente, es decir, en una persona enferma, al esquema de la salud colectiva, de la calidad de vida, en el que la persona no tiene por qué estar enferma para participar en la gestión de salud.
Pendiente. Debemos retomar la prevención como una actitud de toda la sociedad. Por ejemplo, la cantidad de accidentes de tránsito es impresionante. En Caracas tenemos todos los días varios cientos de heridos por accidentes viales, en especial de motos. Y estos casi siempre implican lesiones graves, que dejan secuelas muy serias, involucran a personas jóvenes y obligan a intervenciones quirúrgicas complejas.