Un nuevo estudio sugiere que el “método de la madre canguro”, podría alargar y mejorar las vidas de esos bebés vulnerables hasta bien entrada la adultez. |
Caracas.- Acurrucar al niño en el pecho durante dos o tres horas de seguido, mantendría a sus bebés prematuros cálidos, les ayudaría a respirar mejor y fomentaría el vínculo con mamá y papá.
Un nuevo estudio sugiere que el “método de la madre canguro”, que conlleva un contacto directo con la piel casi durante las 24 horas del día y lactancia materna exclusiva o casi exclusiva, podría alargar y mejorar las vidas de esos bebés vulnerables hasta bien entrada la adultez.
Los bebés prematuros y con peso bajo al nacer que se alimentaban y acurrucaban en el regazo de sus madres son mucho más propensos a vivir hasta la veintena que los del grupo de control que fueron tratados en una incubadora, encontró el estudio.
Además, la atención de piel con piel de los bebés tuvo un mejor rendimiento en medidas de salud social y conductual, sugieren los hallazgos. Por ejemplo, eran menos agresivos, impulsivos e hiperactivos.
Ademas tienen unos cerebros significativamente más grandes, sobre todo la parte del cerebro responsable del aprendizaje, reportaron los investigadores. Aunque el estudio encontró un vínculo entre la atención de piel con piel y unos mejores resultados en los bebés, no puede probar una relación causal directa entre esos factores.
El estudio aparece en la edición en línea del 12 de octubre de 2016 en la revista Pediatrics. Los bebés prematuros pueden ser proclives a más problemas de salud, incluso problemas a largo plazo que pueden afectarles todas sus vidas.
El método de la madre canguro se inició hace décadas en Bogotá, Colombia, donde una escasez de incubadoras dio forma a una forma distinta de cuidar a los bebés vulnerables. Los recién nacidos que pesaban menos que una pequeña bolsa de azúcar se ataban en posición vertical al pecho de la madre, de forma muy parecida a una cría de canguro en la bolsa de la madre, durante al menos 20 horas al día.
Las variaciones de este método, con unos periodos más breves de cuidado de piel con piel y que permiten a los papás también ser cuidadores canguro, son ahora parte de la atención establecida para los recién nacidos, explicó la Dra. Lydia Furman en un editorial que acompañó al estudio en la revista.
“Lo que comenzó como una audaz innovación es ahora un maravilloso método que se practica comúnmente para fomentar la vinculación y la lactancia“, dijo Furman, pediatra del Hospital Rainbow Babies and Children’s de los Hospitales Universitarios, en Cleveland. Pero los hospitales necesitan capacitación “de forma que nadie se duerma con un bebé en el pecho”, advirtió.
La Dra. Marielle Nguyen, neonatóloga de Kaiser Permanente del Sur de California, planteó que también humaniza la experiencia en la unidad de cuidados intensivos neonatales. Da a las mamás y a los papás la sensación de que “son parte del cuidado de sus bebés”, afirmó Nguyen.
Hace 20 años desde que la Dra. Nathalie Charpak, una pediatra colombiana, y sus colaboradores realizaron el primer ensayo aleatorio y controlado que mostró que el método de la madre canguro es igual de seguro que el cuidado en la incubadora.
En el nuevo estudio, Charpak y su equipo siguieron a los niños de ese ensayo anterior para ver cómo les iba. De los 716 participantes originales del estudio, 264 jóvenes, que pesaron 4 libras (1.8 kilos) o menos al nacer se reinscribieron. Los investigadores compararon sus resultados con un grupo de control de prematuros de un peso similar que recibieron cuidados en una incubadora.
Algo impresionante es que los que recibieron atención con el método de la madre canguro tuvieron una tasa de mortalidad de menos de la mitad en comparación con los del grupo de control. También tuvieron menos ausencias escolares, una diferencia pequeña pero significativa en la inteligencia, y salarios por hora más altos, encontraron los investigadores. Y crecieron en familias que estaban más cohesionadas, añadieron los autores del estudio.
Pero tenían unas puntuaciones en matemáticas y lenguaje más bajas que los niños de las incubadoras, un hallazgo que el equipo de Charpak tuvo dificultades para explicar.
Dominique McMahon, funcionaria del programa Saving Brains (salvando cerebros) de Grand Challenges Canadá, uno de los patrocinadores del estudio, ve el potencial de generalizar la técnica, sobre todo en áreas con pocos recursos. “Es algo que los países en desarrollo pueden hacer cuando las incubadoras son muy costosas, están mal mantenidas o sufren de apagones eléctricos”, dijo.