Evidencian vínculo directo entre la cantidad de líquido cefalorraquídeo y autismo

Investigadores hallaron una vinculación directa
entre la cantidad de LCR y la aparición
de desórdenes del espectro autista.
Caracas.- Hasta la última década, las comunidades científicas y médicas vieron el líquido cefalorraquídeo (LCR) como una capa protectora entre el cerebro y el cráneo, no necesariamente importante para el desarrollo apropiado del cerebro y la salud del comportamiento. Sin embargo, los científicos descubrieron que LCR actúa como un sistema de filtración crucial para subproductos del metabolismo cerebral. En un estudio realizado en la Universidad de Carolina del Norte, investigadores hallaron una vinculación directa entre la cantidad de LCR y la aparición de desórdenes del espectro autista.

En un estudio previo realizado en 2013, ya se había encontrado volúmenes de LCR sustancialmente mayores en los bebés que llegaron a desarrollar autismo. No obstante, se trataba de un estudio basado en una muestra pequeña, por lo que se advirtió que era necesario replicar el estudio, pero con una muestra más amplia de lactantes.

En este último estudio dirigido por el Dr. Joseph Piven de la Unidad de Cuidados Médicos de la UCN, los investigadores reclutaron a 343 niños, de los cuales 221 estaban en alto riesgo de desarrollar autismo, debido a tener un hermano mayor diagnosticado con la enfermedad. Cuarenta y siete de estos niños fueron diagnosticados con autismo a los 24 meses, y sus resonancias magnéticas cerebrales infantiles se compararon con imágenes de otros niños que no fueron diagnosticados con autismo a la misma de edad.

Los niños de seis meses que desarrollaron autismo tenían 18 % más de LCR que niños de seis meses que no desarrollaron autismo. La cantidad de LCR se mantuvo elevada a los 12 y 24 meses. Los bebés que desarrollaron los síntomas más severos de autismo tenían una cantidad aún mayor de LCR, 24 % mayor a los seis meses. Además, las mayores cantidades de LCR a los seis meses se asociaron con habilidades motoras gruesas no acordes con lo esperado, tales como control de la cabeza y las extremidades.

David G. Amaral, Director de Investigación en el Instituto MIND de UC Davis, expresa: “Normalmente, el autismo se diagnostica cuando el niño tiene dos o tres años de edad, cuando empieza a mostrar síntomas de comportamiento; actualmente no existen marcadores biológicos que permitan un diagnóstico más temprano. Con los resultados de este estudio, se evidencia que hay una alteración en la distribución del líquido cefalorraquídeo, que podemos ver en imágenes de resonancia magnética ya a los seis meses de edad; es un hallazgo muy importante.”

Este estudio confirma y amplía los resultados de estudios anteriores, que relacionan directamente el aumento de líquido cefalorraquídeo extra-axial en los recién nacidos que desarrollaron trastornos del espectro autista. Estudios futuros deben enfocarse en determinar si esta anomalía es un factor que contribuye a la etiología del autismo o si es un marcador fiable de riesgo temprano.