
La culpa es una respuesta emocional a una mala acción. También es una de las que más nos desgasta y daña de manera importante, nuestra autoestima. La culpa surge cuando nos calificamos por nuestras acciones, pensamientos y sentimientos.
Existe la culpa positiva que es aquella que nos sirve para darnos cuenta de que actuamos mal, nos permite analizar y corregir nuestra conducta y aprender de lo que sucedió. En este caso más que hablar de culpa, hablamos de responsabilidad.
La culpa negativa es aquella que nos lleva a pensar y repensar en lo que estuvo mal y en cómo nuestra conducta demuestra que somos malos, tontos, etc. Reconocemos lo mal que nos sentimos, pero no hacemos nada al respecto, sólo recordamos y revivimos la situación una y otra vez y en cada ocasión nos devaluamos, disminuyendo nuestra autoestima.
Cuando te sientas culpable, en lugar de regañarte, atacarte, calificarte negativamente y evaluarte, enfócate en tú conducta. Analiza qué fue lo que hiciste o dejaste de hacer, en función de qué estás calificándolo como malo, piensa si estas juzgándote con ideas o valores de otras personas o de otros tiempos.
Trabajar en los sentimientos de culpa no es fácil, pero si aprendemos a responsabilizarnos, sin sentir una culpa negativa, nuestra conducta y nuestros sentimientos mejoran de una manera impresionante.